Algunas columnas se alinearon para el paseo y las cuitas amorosas del devaneo.
Fotografía: Parque Infante D. Pedro. Aveiro, Portugal.
Algunas columnas se alinearon para el paseo y las cuitas amorosas del devaneo.
Fotografía: Parque Infante D. Pedro. Aveiro, Portugal.
Fotografía: Espinheiro, Portugal.
De lineas puras es Cristina, con pensamientos de alba casta, vivía como un maniquí en la Calle de San Simeón. Su belleza, circuncidada por miradas de carne. Miradas que muerden, le dieron una esbeltez como de día que se pierde. Ella, muy urbana, acostumbrada a la Babel de infancia con su vista candente desmoronaba los impulsos viriles de sus hermanos y vecinos. Su padre, ya muerto, nunca logró llegar a su boca. Su voz nunca la toco y por eso la fuerza de su silencio le dejo distante y alegre de no sucumbir a las palabras dulces que engatusan. Nunca será atada a la imagen de muñeca.
Tu serás el fulgor altivo de tu porte.
Algunas columnas se acomodan según las circunstancias. Nunca por estilo.
Fotografía: Oporto Portugal.
Era un animal portador de alegría. Desalentaba la lágrima y los somníferos rostros de los aburridos, casi todos, habitantes de cualquier ciudad.
Auroral, con su rostro limpio y de boca larga andaba por las calles. Le gustaban los calcetines rojos y en los bolsillos llevaba huesitos de chabacano para jugar en las tarde de calor cuando los niños despanzurrados dormitaban en los parques. Como biblioteca ciega, inútilmente exploraba el azar de la risa y su sombra. El mundo se deforma cuando se recolecta esa retórica de los límites.
A nadie le importa, la algarada de rapacidad humea en los ministerios y como las cigarras, su humana pereza se gasta de tanto rostro agrietado.
Si lo miras en un gris octubre, tendrás el antídoto con esa risa simple del presente.
Inventor de vuelos probables, Heriberto, desde pequeño hacía maquetas, planos, coordenadas, sin importarle la fiabilidad de sus proyectos. Admirador de Ícaro, sabía que la libertad está en el vuelo. A dónde ir, se preguntaba al despertar los párpados. Ebrio de las ansias de altura se convirtió en amenaza viva.
Con el ahorro de años compró un billete para subirse por primera vez a un avión. Con la promesa en los ojos, ya se sentía pájaro. Esperó el gran día. De pronto, en los altavoces una voz blanda dio salida a la desgracia: "Informamos que todo los vuelos han sido cancelado por mal tiempo"
Un rigor frío y una cólera de estar en tierra le nació en el cuerpo y se escucharon pisadas contra el aire salpicando nuestras caras.
Te dije que la luz me sobrecoge. Se unta temblorosa. Medita en hoguera. Así llega octubre, me guardo en ello y presupongo que tú también.
Lo espero entonces.