Inventor de vuelos probables, Heriberto, desde pequeño hacía maquetas, planos, coordenadas, sin importarle la fiabilidad de sus proyectos. Admirador de Ícaro, sabía que la libertad está en el vuelo. A dónde ir, se preguntaba al despertar los párpados. Ebrio de las ansias de altura se convirtió en amenaza viva.
Con el ahorro de años compró un billete para subirse por primera vez a un avión. Con la promesa en los ojos, ya se sentía pájaro. Esperó el gran día. De pronto, en los altavoces una voz blanda dio salida a la desgracia: "Informamos que todo los vuelos han sido cancelado por mal tiempo"
Un rigor frío y una cólera de estar en tierra le nació en el cuerpo y se escucharon pisadas contra el aire salpicando nuestras caras.
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