Acostumbrado a segur el dictado del señor de enfrente se le olvidaron sus pasos propios por metro, por segundo. La familia se agrupaba, sudorosa, disponía las tasas en la mesa y la realidad no sanaba. El paladar, de hora en hora se parecía al tórax dando campanadas. Daba pena verlo, uno le daba la espalda, le tiraba el sombrero para mojar el dedo índice en el café caliente. Al ver que no se resolvía. Mauricio Palos, se fue con Albina al sol de la mañana. Uno sabe, por experiencia, que la víscera sangrienta no se compone en los sucesivos años. Que los rostros no se rasgan cuando se cambian de terreno. La persona sigue firme como soldado que obedece el dictado, la orden. Daban ganas de decirle, ayudarle en los hombros o en el pecho, comprarle una camisa nueva, un pantalón, un trago de mezcal, pero Mauricio Palos, es necio, terco como una mordaza. Él quiere ser fresco, un golpe de luz nueva con Albina.
Que tengas suerte, le decimos. No te cortes la barba y cuando te quedes sin ruta, no regreses, así tendremos ganas de seguirte. Tu sangre será fría, por eso ahora nos calienta tu partida
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