Su vida tuvo notas de miel, poseía burbujas de pensamiento finas y elegantes. En suma, tenía aromas de frutas y pastelería. En la noche de San Crispín y San Crispiniano, como si fuera poseído, salió a media noche. Corrió por la ría, sudó sus aromas. Con la carrera perdió su corazón. Él, tan enamorado, tan político. Se bajó los pantalones, se hundió en la fría agua del río. Montado en la corriente supo que hay noches que pican, que dan ganas de mojarse.
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