Quiso alimentar con su arco la melodía desalentada de los jazmines. Con extenso La, levantó la partitura de la madrugada y rodando por el suelo quedaron los cactos enfurecidos de su pequeño jardín. Quiso cepillar el sonido de las corcheas hasta dominar los silencios de blanca y trocar la resequedad de la casa. Su alma de pentagrama se enamoró del bajo de su sombra.
Le tuvimos que hablar de otras musas, de otros diciembres y así dejar en los prados las notas como si fueran lóbulos.
A veces, como un lamento, tarareamos su figura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario