El gallito dejó su maicillo con unas amigas y se fue a bailar a la granja de Tobias. Mintió su edad y bailó con gallota. La música siguió y siguió. La pista se llenó de gallinetas. Ella giraba con él, enroscándose sus plumas. Los rumores inclementes supusieron lo peor.
Al día siguiente puso un gran huevo. Ella no dudó, pero no buscó a su pareja de baile. Sabía que el desayuno sería suyo. Su amanecer rojo le valió reconocimiento entre el gallinero. Ella, recibió en premio el nombre de Porfiria
Gallito la buscó, sin suerte. Todas las mañanas se escucha el canto desesperado de gallito que ni nombre consiguió.
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