Ningún cielo varonil puede superar las tiernas frutas de mayo,
ni el mordisco de la tarde quiebra la noche suelta.
Las ramas de malva como dedos se ciñen por la cintura.
El vientre irisa la caricia blanda.
El tedio embiste de largo, duda y se castra.
Algo queda tendido entre la brasa y el pecho.
Siempre que embestimos hay un requiebro,
muros de color de grana y
banderillas de fuego en el percal del tiempo.
Sergio Astorga
Acurela /papel 23 x 59 cm.
María del Mar Téllez Romero
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María del Mar Téllez Romero (Tlalnepantla de Baz, Estado de México, 1978).
Especialista en ingeniería de espacios y narraciones fantásticas. Es
ingeni...
Hace 1 día.