miércoles, 7 de noviembre de 2012

Burbuja urbana



Recobrado su aliento después de jugar en el parque y arrojar piedras a las lagartijas merodeaba por su ciudad sin ánimos de regresar a casa. Entre calles adoquinadas y oleadas de futuro pegado a su nariz miraba los edificios cubrir a intervalos al cielo huérfano. A su lado, los grandes almacenes resucitaban las pretensiones cotidianas. No tenía ganas de realidad y cruzó la calle para mudar de aires. Glorieta de la Amistad, se leía en la placa, sin emoción decapitó la glorieta  y en línea recta llegó a la Plaza de la Victoria. Hizo una pausa para sujetar los cordones de los zapatos. Respiró como si escuchara las voces de siempre, esas palabras solares que se diseminaban en su cabeza.  Se sentó en una banca y con la mirada subió las ramas del árbol que tenia de frente. El mundo le pareció pequeño. Como si fuera un vientre creciendo. las imágenes de su ciudad se pegaban unas a otras cubiertas por una gran burbuja transparente. Del bolsillo de sus jeans sacó un cordel rojo para amarrar la burbuja con los edificios reclusos en su interior.

-Mama, yo quiero un globo como ese.

- Niño –gritó la mamá. ¿Dónde compraste el globo?

- No lo compré señora. Lo pensé.

- ¡Ay que fastidio! Que niño tan majadero.

- Mamá, yo quiero uno.

- ¡Cállate! Dile a tu papa.

- Pero él no piensa.

Sergio Astorga
Tinta/Papel

4 comentarios:

Alicia Uriarte dijo...

Una tristeza que con la explosión de la burbuja inmobiliaria hayamos perdido todos.

Una imagen muy ilustrativa.

Un abrazo.

Myriam B. Mahiques dijo...

Adoro tus relatos urbanos. Un abrazo,

Sergio Astorga dijo...

Alicia, la burbuja crece, algunas permanecen todavía en nuestra cabeza. Cundo la burbuja estalla nos moja a todos.

Un abrazo con plusvalía.

Sergio Astorga dijo...

Myram, soy animal urbano. Claro, sin urbanizar.

Abrazos a media calle.