El objetivo anhelado,
la velocidad exacta.
El obturador congelado
ante la estrella compacta.
Violador de privacías,
el hedor de alcantarilla
lo guarda en sus alcancías.
Ufano de pesadilla.
Baja por la escalera
una catrina escotada
con flores en las mejillas
y collares a la espalda.
El paparazzi la mira
con la codicia marcada,
daga de luz cegadora
con la cámara dispara.
No contaba su altivez
que el fulgor de la guadaña
en la tumba lo resguarda
con su rollo entre los pies.
Ya en su ataúd lo clavaron,
ni siquiera lo velaron
y en su entierro dicen todos:
“ni la foto le sacaron”
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