Suponiendo
que la respuesta nos libera.
Un hilo enmohecido
enseña el rostro tambaleante
de la ciudad vista desde la ventana.
Hubo nombres prendidos
en otras puertas.
Bullicio que tejió la rutina.
El ritual de vivir pegados al oído.
Supongamos
que tenemos húmedo el aliento.
Muelle donde la caricia
nunca se desnuda.
Suponiendo
que de un frío a otro frío
se marca el éxodo de las esquinas.
Al fin de cuentas nada importa.
Sé de memoria ese canto de abandono,
como el grillo que llama
sin esperar respuesta.
Suponiendo
que el rito se comparte
el duelo de la casa
nos deja los nombres pegajosos.
Fotografía: Alguna ventana en Porto; Portugal
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