La llave no entra en la cerradura. Una oscura impotencia. Un circo de posibles realidades pasaron por sus ojos. El cerebro de Mac era una casa revuelta. La distancia entre idea e idea por momentos parece que no se conoce y una extraña alquimia se produce. Cuando piensa en el hielo, se dilata su silencio compacto y pronuncia sonidos metálicos, como de tenedor que falla en su pesquisa.
Mac, llegó de Groenlandia, él quería haber nacido en Montevideo. Cuando conoció el desierto, cambió de idea. Compró postales del del desierto de Mojave. Tapizadas las paredes de su casa con las postales; se sentía un calor sofocante que era imposible permanecer más de veinte minutos sin transpirar.
Estoy preocupado. Mac, tuvo una regresión, sintió de nuevo la nostalgia del frío y no atina con la llave. Lo que más me aterra son esos sonidos que aumentan, como si estuviéramos en un tiradero industrial. Yo quiero ayudarle, pero me duele la cabeza. Siento que me estalla.
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