Hubo un día un hombre que se comió la espiral de su pensar. Como un huevo filosófico rodaba por el mundo. El logos era su sustento, lo hallaba como yerba fresca por las calles de la ciudad.
Solitario, duerme ahora, como caracol pensante debajo de las azucenas en el jardín municipal.
Si le encuentras, no le hables de Kant, mejor cuéntale la historia de aquel hombre, de apellido Samsa.
2 comentarios:
A quién no le ha tambaleado una metamorfosis en algún momento...
Estela Ela, ela aquí una realidad compartida. Gracias por visitar esta Antojería que sigue abierta las 24 horas del día a día.
Abrazos momentáneos.
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