jueves, 7 de julio de 2016

La Botticelli


Todavía se mira subiendo por la escueta ola su cuerpo sabio con el dulce resabio de las ternezas marinas. Bebedora tenaz, sus aflicciones fueron presas en su piel blanca. Su silueta recoge todas las insinuaciones de amor y de envidia. Decían que parecía una virgen de lenta noche o una lágrima de primavera. Su pertinaz mirada de ojos verdes evoca de profundis.
Hubo algunos argonautas que confundieron su talle con los viejos recortes de los vasos griegos. O esos ademanes de viajera, comentan, le daban ascendente egipcio. 
Leyendas o consejas en su conjuro, dicen que su vida fue eclipse de beata. Como los murciélagos, su cielo fue decorativo, como salido de una hendidura. Curvada siempre, con los labios llenos de botella fue perdiendo su hermosura en asueto de sí misma.
La última y lenta gota ya la recorre para que un rayo de luz, como un cetáceo, se beba su marina.

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