miércoles, 14 de diciembre de 2016

Cada día


El higo madura abierto.
Déjame contar.
Por el cuarto baja una luz tonta.
Me mira y se queda.
Hoy llueve y sin embargo 
el día esta tibio en lo alto.
Vuelvo a pensar en el higo. 
Mi lengua se hace agua
como la acuarela sobre el papel blanco.
He tomado baño, ¿te lo he dicho?
El kiosco del periódico
se conforma con las noticias diarias.
Tengo ropa pendiente,
no ha secado, 
y los platos escurren limpieza.
Las gaviotas revolotean, hambrientas, 
y nada las satisface y chillan y fastidian.
Nada te es extraño, lo sé.
Algo me duele.
En algún sitio tu rostro se acurruca.
Me acuerdo del higo, te digo.
No hay edades en tu rostro,
despierta siempre el mismo.
Yo te miro y la luz ya no es tan tonta.
Me crece un sabor como el del higo.
Que nadie me mire con esta ceguera
y vuelvo a pensar con los ojos cerrados
tus manos en mi pecho oculto.
Te digo palabras que invento
y me aprieto a tu voz como a la piedra.
Hay algo cada día
que sabe a higo y a espera.
Antes de que se vaya, 
lo penetro.

Fotografía:  Pela Rua Paseo das Virtudes, Porto, Portugal.

1 comentario:

Helena Braga dijo...

Que poema tão belo... Cheio de quotidianidade: ausência e presença…
Abraços,
Helena