Como si fuera la noche blanca la luna se filtra a medio día. De la penumbra, el tristísimo encuentro con la bóveda celeste. La luz serena en la coreografía astral en plena tierra. Se desflora en el reposo ese vibrante silencio de la esfera, como una larga quejumbre de universo. Aquella calma, tan rigurosa y dulce, parece un encantamiento de plenilunio para irse mentalmente en busca del barquero. Como nupcial viaje, el beso del espacio nos engaña en su desnudez redonda. Pensamos entonces en el astrolabio y una brasa nos quema al permanecer de pie como testigo encadenado a su disfrute.
Fotografía: Pálacio da Bolsa, Porto Portugal.
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