Cuando el apetito causó la ruina a la luz de los siglos y
la oscuridad dejó sudores en la frente y dolores de parto en los destinos, el
fruto siguió engordando rojo y saludable. Llegaron aves de rapiña, carnívoros
pestíferos y bípedos arrogantes. Ninguno de ellos pudo saciar su hambre ni
dormir tranquilo.
Cuando el sol empujaba al mundo ya con desencanto, salió,
goloso, un pequeño bicho mitad oruga y mitad reptil, con el cuerpo frío y
pegajoso que, sin preconceptos, se apostó debajo del fruto y desarrolló su
lengua.
Desde entonces, los
monstruos marinos quieren volver a contar sus historias.
Sergio Astorga
Tinta/papel
8 comentarios:
Si los monstruos marinos no pueden volver a contar historias... sigue contándolas tú, Sergio, porque sabes sorprender.
Un abrazo.
Por mas apocaliptico que parezca el destino del mundo no faltan los cronistas que lo salven, porque mientras haya historias que contar habra mundo para escuchar.
Un abrazo, Sergio.
Juji, he recibido una misiva de las deidades de ultratumba que también desean contar sus historias y esperan ser escuchados de inmediato , así que mis oídos comienzan a tener una vibración que ensordece.
Te cuento luego.
Abrazos desde la superficie.
María Eugenia, contar y recontar de mil maneras es la única manera de hacer la diferencia. Entre tanta ceguera e infamia el no ocultar es tan vital como el aire.
Contemos desde muchos ojos.
Abrazo escuchado
Da escalofríos sólo pensar en esas historias... Besos, querido amigo.
Isabel, encontraremos las palabras para mitigar sus efectos.
Abrazos en fruto.
Sergio, vengo aquí con la mente en blanco. Una genialidad que la oruga pueda más que la serpiente, y que el árbol se parezca a un arlequín. Tienes mente privilegiada. Un abrazo,
Myriam, los imposibles están a la orden del día, al menos en ciertos dibujos.
Los juegos los jugamos a veces sin saber.
Abrazos que cuenten
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