Yo lo vi todo y no quiero ser chismoso, pero si no lo digo voy a sentirme como Juan. La vi venir con esa faldita entallada que consentía sus muslos y dejaba hasta al aire pasmado. Ella prolongaba sus 20 años antes de cruzar la calle. El pelo recogido en la nuca exaltaba su cuello limpio y ese collar inquieto bajaba fresco hasta el inicio de su pecho. Yo la seguí. Primero a distancia para luego apretar el paso y sentir ese perfume frutal tan de ella. Estuve a punto de decirle lo mucho que me gustaba. Yo creo que ella me sintió porque empezó a mover las caderas con una cadencia fragorosa. Entró al Relox, un restaurante de lujo, al menos para mi cartera. Desde el ventanal la vi dirigirse a la mesa del fondo. Un beso en la boca inició el encuentro. Al sentarse pude ver claramente al sonriente y rejuvenecido rostro de mi padre.
Pobre Juan, ahora ya sé lo que siente. Escuchando historias sobre su papá y él, atormentado sin saber si son ciertas.
No es lo mismo verlo a que te lo cuenten.
Mañana traigo a mamá.
Sergio Astorga Acuarela/papel
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