La primera mordida fue como escrutar en ese mito que los sabios satisfechos en su ayuno, contradicen.
Se quedó boquiabierto como ese solista que ensaya todo el día sin conseguir dominar su instrumento. El sabor de la manzana había modelado su contento hasta que de repente sintió como le crecían dos pechos bien torneados.
No era la primera vez que un trastorno alimenticio se presentaba a la hora de la cena. Tragarse un mito no es para tener una digestión tranquila pero, ¿los pechos? ¿Porqué no los cabellos o los ojos?.
Tuvo que dormir de costado. A la mitad del sueño un cortejo de manzanos enseñaban sus frutos con cierta malicia. Despertó con el impulso de enredarse una soga al cuello.
A los treinta años de su edad, conoció el lado más oscuro del insomnio donde habitan los bajos fondos de la historia.
Mixta/papel
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