Cuando se cansó de mirarse en los espejos decidió tener vida. ¡Esa manzana no!, le dijeron, porque es para Caperucita. Esa otra ¡no! porque tiene gusanos. La reineta tampoco porque es para la mermelada de la abuela. Desconcertada, se abandonó en esos gestos tristes que tanto la afeaban. Estaba perdida, oyéndose, incapaz de contestarse. Fue entonces, que apareció debajo de su falda, enroscada como esos cuentos infantiles, una serpiente que le murmuró: ten, esta es la manzana que es tuya.
Fascinada, ella la sigue mordiendo, segura de si misma, como hasta ahora.
Acuarela/papel 20 x 30 cm.
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