Era una criatura aferrada al rojo. Alejado del blanco y con cierta dependencia a la goma arábiga. Quiso transferir su personalidad a una realidad más concreta. Al principio pensó emular a Julien Sorel, pero desistió al primer desamor. Ahora, avivado e intenso hojea los afiches del Moulin Rouge.
Todavía no sabe de la existencia de Rothko.
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