Habitan una selva de hábitos. Juegan y transcriben sus conductas animales tan acordes con los juegos de infancia.
El lobo, pasea como en Florencia, el venado, por San Petersburgo, el pájaro, se posa entre las gárgoles de las catedrales góticas; en pleno Paseo de la Reforma, como en pista improvisaba, la musaraña daba saltos elementales.
Inocentes, no perdemos los pormenores de la representación. Es entonces que exploramos nuestros instintos para que nos salgan colmillos y abundante pelo.
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