En la calle desierta la casa en ruinas, entra la luz gris casi blanca por las desvencijadas ventanas. Alguien llega y parte, ojos que se desprenden. Siempre es así, un espacio entre el bullicio y el abandono. Quién sabe si antes de mí, otro miró cómo el lugar del patriarca se fue volviendo espíritu, presencia inalterable y nula. La errancia tienen nicho, como la voz, enuncia y calla. Así es la distancia vista de cerca. Cada arribo es una despedida. Escueto es el momento. Ni un indiscreto verdor, sólo el gris como una ballena que sale a respirar. No se enturbia, no vacila ésta suspensa luz en las pupilas. La encarnación del futuro toma el barandal oxidado. La vieja tristeza charla con una franqueza que calma y enamora. Por esta calle vacía hay una noble lentitud, por eso todos los turistas vienen a tomar fotografías. Se juntan los universos por momentos. Por si acaso, eres bienvenido.
Fotografía: alguna ventana abandonada antes del boom inmobiliario. Porto Portugal.
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