El cuello se le vino abajo. Ni anudarse la corbata, ni enredarse en la bufanda pudo desde entonces. Que una tortícolis intelectual lo derrumbó. Sus hombros no aguantaron el peso. Su nariz pegada al piso tuvo que tolerar los olores; las hediondas heridas de la humillación.
Los cambios de paradigmas dicen los teóricos, la pendejada, dice su madre, lo tienen cuello abajo.
Si alguno de ustedes sabe de alguna pomada o lectura que pueda recuperar esa altivez teórica que lo distinguía, no la guarden, sean generosos que la transformación no levanta cabeza.
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