Como un endecasílabo perfecto el año bisiesto le trajo una pasión fresca que le entró por la vena safena. Nunca más será el trapecista del pan y cebolla. Ni el cilantro y el perejil volverán con ese cuento del pecado original. No extrañará el suicidio de sus pareceres tirados al abandono. Por años vistiendo el traje del sin ti. Ahora será el errante cielo de cristal sin aeropuerto donde llegar. Al otro lado del teléfono se apagaron los reclamos y suplicas. Jubilarse de exiliado es como el desfile cuyas banderitas han perdido el color patrio. Así se siente. Una negación negra en las barricadas del adiós.
Por el asfalto se le mira perfumando el perdón de los arrepentidos. Ya es leyenda. Por los consulados cuentan su historia. Mentiras confiscadas que consuelan a los que esperan. La realidad no se niega, el lodo de vida no tiene nombre, sólo instinto, peor para los que todavía le escriben a la luna.
No cuento más, que en esa silla vacía ha encontrado a su dama ardiente. Se muere de ganas, otra vez.
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