Jacinta llegó al salón de clases. Bajo el brazo su libro
de Gracián y en su rostro el semblante hierático de Madame Curie. Sus alumnos,
con el semblante del Periquillo Sarmiento, devoraron la figura de Jacinta hasta
que una sensación orwelliana los dejó ensartados en el pabellón número 6.
Jacinta sin inmutarse escribió en sus notas las
indicaciones para la siguiente clase. El barroco será el tema. No espera tener
alumnos.
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