Mil años pasaron por sus caderas. La curva se afianzó con su andadura. El mundo solitario, gira oculto y pálido, hasta que le mira y se alimenta. Benito, errante, esperó la creciente de la pradera en verdes vivos. No se cansa de ver las grupas de ella, la danzarina de todas las mañanas.
No hay explicación. Cierra los ojos. Imagina y verás la curvatura cierta de la tierra.
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