El hombre de las cuatro cabezas tiene los intestinos de fuera, un cinturón de serpiente y una espada. Hambriento, mordisquea rutinariamente hierbas e insectos. La serpiente la usa como escudo para apartar a todos los curiosos que quieren tomarse fotografías.
De una a cabeza a otra circulan múltiples historias. Cada una nació en diferente tiempo y país, por eso la cabeza uno, la que tiene la visión del mundo izquierdo, habla de cosmovisiones que contrasta con el materialismo de la cabeza de la derecha nacida en tiempos modernos. Sus desavenencias se logran ver en sus gestos y cada una, inamovible, se aferran a sus principios, por fortuna, cada una aprendió una lengua común (el español) y aunque cada una tiene sus lengua inicial, griego e inglés, respectivamente, se comunican con relativa civilidad.
Las dos de en medio, llenas de remordimientos, son políglotas. Viven tristes, ellas quieren comer carne y frutas como la serpiente. Tanta fue su desesperación que a una de ella le salió una cabeza al lado, le creció como un brote de incontinencia, ahora no deja de anunciar, con polifónica voz, la filosofía dual de la existencia.
El hombre de las cuatro cabezas, acaricia en sueños la esperanza de encontrar pareja, en este tema ellas están de acuerdo y con esta idea comunitaria recorre mitologías con ilusión y celo.
La espada la usará para evitar la piara. Único destino cierto de los hombres que tienen más de dos cabezas.
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