lunes, 13 de noviembre de 2017

Día de pesca


Se pescó a sí mismo sin querer. Dejó la playa de grandes arenas un día de borrasca, cansado de esas crines de frío que le calaban los huesos. En el golfo de Corinto, recuerda, fue donde el olor intenso de los dioses lo amamantaron. Un color de mora y aceituna le dieron a su piel brillo y secreto de batalla. 
Hoy, perdido en pocas aguas, se engaña al tirar el anzuelo. No se orienta, él mismo pica. Sus labios, ya hinchados, creen que ese brillo visible prefigura la costa. Sus ojos no son de navegante, por eso se engancha con su propio cebo.

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