En el antiguo reino de Mu, vivía rodeado de placeres el gran Encantador de manzanas. Un día, cuando Mu estaba a punto de morir lo llamó:
- Durante todos esto años, le dijo Mu, débilmente, me has colmado con las mejores manzanas. El camino llega a su fin y sólo puedo darte como herencia esta antigua serpiente, pariente ya muy lejana de aquella otra mítica que habitaba el árbol de la ciencia. Espero que sepas aquilatarla.
El encantador de serpientes agradecido pero confuso, fue expulsado del reino al tercer día de la muerte de Mu.
Se dedicó a vagar por el reino vendiendo sus suculentas manzanas. A la serpiente la llevaba siempre en un cesto, protegida de las miradas de los compradores de sus manzanas. Hasta que un día, en que el frío calaba los huesos, la serpiente salió del cesto para buscar los rayos del sol. Las personas al verla, temerosas de ser castigadas como les habían contado sus ancestros, comenzaron a insultar al encantador de manzanas.
- Has traído la discordia, le gritaban.
- Ese es otro mito, les contestaba el encantador de manzanas.
Tres días estuvo colgado su cuerpo de la rama de un manzano, la serpiente, como soga en su cuello, iniciaba la mudanza de piel. Desde entonces, las mujeres comenzaron a parir con dolor y los hombres comenzaron una guerra al ser raptada una de sus mujeres.
Tengo que informarles también, que no para de llover.