En el corazón de la calle la ventana viva. Ese sonar remoto de vivencia que entra como luz o reflejo. No hay nadie. Un olor a mofo se rompe en mil pedazo. En la piedra verdeada los gritos de la historia se callan. Todos los que han pasado por aquí, han sido fusilados por el tiempo. Transpiro, torturado por el filoso olvido. Perforados por siglos se carcomen los reflejos de esos cristales quebrados. No hay labios que digan en estos años de piedra quién se asomó por la ventana. Reconocer este mundo, es morder el fruto interminable del eco. Al pasar por la ventana, por esta isla viva, la sangre se calienta más despacio. Distingo el mismo viejo clamor de abrir un hueco en nuestra casa y dar sentido a nuestro encierro, para mirar al que deambula.
Fotografía: alguna janela pelas ruas do Porto, Portugal.
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