Bajó con su paraguas, el viento iba y venia por las esquinas abriendo ventanas y azotando puertas. Había un presentimiento, un rumor errante. Todos la vieron bajar.
"¿Por dónde andas Maruquita?".
Ella, viajera, le gustaba estar en todas partes. Sembraba pájaros en los jardines y dejaba escrito pequeños versos en el pecho verde de las plantas. Era como un pez volador que volvía el espacio azul del cielo en en una gran pecera.
Maruquita era una alma transparente que se desplegaba como su paraguas viajando muerta de risa, meciendo en el horizonte el asombro de los que abajo exclamaban:
“Es Maruquita, a esa niña yo le di clases… yo le regalé su primer vestido… yo la vestí y la peiné antes que abriera su paraguas…”
Si la miras pasar, no aquí, ni allá, sino en el lugar sin sitio, en los follajes del cielo, en las páginas que inventas, grítale: “Mariquita, pasa por mi casa”.
Tal vez lo haga.