Afuera, el combate extendido de los otros. Sostienen el lacre caliente de sus visiones. Sobre su pecho danza la daga, la inminente línea negra de la protesta. La lluvia de miradas, como sonidos estridentes, los define.
La derrota es un pedregal de huesos. El último aliento: predica. Los tímpanos se abren aunque nadie abra la mano.
La muchedumbre se vacía. El aire es invisible y la exclamación como el instante, se diluye.
Desde el patio propio la claridad es nula.
Tú también eres testigo. Vacante de alma.
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