Se reconocen en la semi luz que traspasa como proyectil luminoso esa libertad de sentirse henchidos como una cifra numérica. Para ellos, que maduraron pacientemente, desde los primeros rayos, nunca aprendidos, y que eluden el control de la memoria, sueñan su futuro del revés, hondo e infinito. Su máscara perfecta tiene el secreto de la mecánica del ojo. El mundo es la copia del reflejo. Una claridad como de alma sana, de puerilidad didáctica, nombra y articula el mundo de su entorno.
Cielo arriba, el mundo conocido se precipita y aguarda que se filtre por la persiana de sus ojos. Entonces diáfanos, los límites, como alfileres de luz, pulen su mundo como si de un copo de vidrio se tratara.
Presumen su justo día, el paso horizontal de su bella gestación de atmósfera. Obstinados, con la inteligencia de la semilla, germinan de noche, con ese amor intangible que nutre a la familia.
Aleluya.
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