Con la naturalidad del arraigo, en la casa crecen los domingos. Cegada por las artimañas del florero que le crecen plantas carnívoras, la fortuna se esparce por la mesa.
Por la ventana, el paisaje del autorretrato lima las armaduras de otro.
Siempre hay dos manzanas como evocando la preocupación de la mordida.
Los recursos narrativos dejan frases sin rostro, como repasando la salvación de algo que ocurre sólo los domingos, de tarde.
No es tarde para llamarte hoy que no hay nubes.
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