Al abrir el frigorífico, ¡horror! había desaparecido el melón. Tanta ilusión.Tanta rebanada contenida. Eso me pasa por desatender mi territorio. El único lugar en que yo confiaba. Consumidor inteligente de energía, con pantalla digital y cubitos de hielo al instante. Ha sido un vil engaño. Los vendedores me aseguraron uno, que era un melón de confianza que no se iría con cualquiera y dos, que era un frigorífico de última generación con alarma y GPS para posibles hurtos.
No cabe duda que el mundo está de cabeza. Desconfío hasta de la sandía que hasta donde yo sé, se baña en amargura.
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