Bajo el patrocinio del afamado solista Peter Arévalo, mejor conocido por el “Meticulosi” se celebró, con sumario éxito, el Concierto de atril para dos en Fa mayor detenido en Mi.
El recinto, la capilla del Rosario de Azcapotzalco fue prácticamente abarrotado por las notas subidas de tono de los asistentes, todos vecinos de la entidad, chintololos para mas señas.
El concierto se desarrolló sin contratiempos de blancas y dejando que las corcheas pudieran explayarse a voluntad. Nunca escenario tan barroco coincidió tan puntillosamente con los estípites sonoros del primer violín.
Al inicio del primer movimiento, un Presto con fuoco, el retablo en su primer cuerpo parecía que se desdoraba a causa del ímpetu de las cuerdas. Por fortuna un cambio drástico de cadencia dejó las pechinas en su lugar y la preocupación quedo descansada en los capiteles.
El segundo movimiento, un Andante cantábile, se dejó llevar dulcemente sin interferir con los intervalos de quinta. Es de notar, que el estofado de las esculturas parecía brillar en contrapunto con la melodía dominante.
El tercer movimiento, un Andante sincopado, tuvo las apoyaturas requeridas para que el contraste con las orlas de cabecitas de ángeles anticiparan la futura gloria de la Señora Santa Ana, preciada escultura del siglo XVII, que con devota dignidad estaba vestida con una túnica tónica de intensas advocaciones marianas. Cabe destacar que la audiencia se fundía en una emoción genuinamente sacra.
El ultimo movimiento, un Prestíssimo, fffffff (quasi comme un inferno) desenfrenó cualquier posibilidad de estabilidad emocional. Frenéticas, las semifusas se clavaban como clavos de martirio en las pilastras estípites del segundo cuerpo, hubo un momento, cuando un arpegio en mi, rebotó desde el altar hasta la cúpula, que todos sentimos que iríamos a sucumbir irremediablemente. Momentos de tensión se vivieron, hasta que la maestría de los ejecutantes calmaron la fiebre de las cuerdas para terminar arrebatadamente en un acorde disminuido.
Al salir, y congregarnos en el atrio de la iglesia, un argumento se escuchaba pertinaz, el atril jamás tuvo una duda, permaneciendo firme en su posición.
Hasta ese momento entendimos la relevancia estética de permanecer en su sitio hasta el término del concierto. En términos coloquiales, lo importante de no tirar el arpa antes de tiempo.
Sergio Astorga Tinta/papel
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