martes, 11 de agosto de 2015

Querida Lucy



Le escribo esta líneas con la pluma de hueso que encontré entre sus cosas. No sé cómo, ni de que artes se valió para engañarme de esta manera. Si usted no fuera tan vengativa, entendería que tanto engaño no puede esperar que el mundo no dirá que usted es siniestra. Lo que usted ha hecho es odioso. Lucho en vano contra su imagen repulsiva. Esa prisa por tenerlo todo, de prometer un paraíso. Mis hombros me pesan de tanto remordimiento. ¿Cómo aventarla de mi corazón? Falsa fue su palabra. Su promesa. Me mostró una luz revolcada, turbia. A veces creí que era yo el que me engañaba y melancólico pasaba la noche sin poder dormir. Me siento caído de un cielo. Usted es el mismo demonio. Me dijo llamarse Lucy y ahora sé que su nombre completo es: Lucy Fer. Nunca pensé que usted tuviera tantas personalidades. Lo admito, usted me llegó a conquistar. No sé cómo podré salvar mi alma de esta casi devoción que le profesaba. Debo decir que usted no huele bien y esa rasposa manera de hablar la hace repugnante. No piense que hablo por despecho, aquella noche usted quería acloparse y yo, la verdad, me costaba trabajo entender su prisa, su disforme contorción de su cuerpo, esas uñas pesadas, unguladas, que no dejaban de sonar. Su lujuria no hace mella en mi. Quiero decirle que por fortuna, esa bebida que me preparó la tiré de inmediato cuando me di cuenta del exceso de azúcar. A pesar de todo, lo que me prometió lo sigo considerando. No crea que me mueve el interés pero, un poco de eternidad a nadie le cae mal.

Ya no me tiente más. Quedo a su espera como habíamos combinado.

Suyo.
Uriel Martínez.

*Texto publicado en la Revista miNatura 

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