Llegaron por la parte norte del hemisferio realizando un arco de circunferencia que no rebasaba el cuarto de milla. Pacientes esperaron su reflejo. Sabían que la ley Universal del Devenir tiene que ser aceptada sin discrepar. Ella moría, pero era una muerte falsa, estacional. Las aguas, el torrente sanguíneo es su imperio. La oscuridad era como el peaje obligatoria para alcanzar la luz. Receptiva y melancólica. Dominaba sus vidas.
Años atrás quisieron convertirse en adoradores del sol, con resultados nefastos. Poco a poco se fueron secando y sus pieles antes humectadas, comenzaron a tomar un tono amarillento. A los pocos días, prácticamente comenzaron a despellejarse. De inmediato se reunieron en consejo. Yuguro Ra, el jefe del consejo, sugirió dormir por cuarenta noches y así en un sueño inducido, volver a los dominios húmedos de su benefactora. Una infusión de adormidera mezclada con anís y polvos de caracol, sirvió para que el clan pudiera dormir todo ese tiempo. Tuvieron tres sueños. En el primero unas gotas verdes sanaron sus pieles doloridas. En el segundo sueño gotas azules tomaban la forma del cangrejo y con sus tenazas los jalaba al subsuelo a beber agua helada y viscosa. El tercer sueño, gotas rojas en forma de canes daban dentelladas imaginarias en el cuello de los durmientes. El más joven despertó dando alaridos reales alertando a los demás y provocando la ira de Yuguro Ra, sabedor que desde ese momento su mundo estaría envuelto en el color de la sangre. Por eso cuando la oscuridad es total, salen de sus refugios y realizan un arco de circunferencia no mayor a un cuarto de milla para con rojas suplicas, pedirle a la luna que les permita reflejarse en ella.
Publicado en el número de octubre en la Revista Digital miNatura
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