sábado, 23 de enero de 2016

Dos solistas


La tarde se amarraba al destino de la flauta. Las columnas dóricas como batutas históricas se elevaban en su duotono solemne. Cuando se hizo noche, montado en su lomo ascético, el flautista soplaba a viva oreja. Bulliciosos y somnolientos, mujeres y hombres de cuerpo entero pasaban en su momento por la calle y nadie puso algo, ni moneda, ni saludo. Todos fatigados y ensordecidos caminan por la ciudad. Mozart, insistía en las manos del flautista y era tan dulce verlo sin auditorio, que la curva de la estima se hizo recta. 
Sin monedas para ofrecer, sólo pude mirarle atento y acompañarle, como dos solistas.

Fotografía: na Baixa do Porto, Portugal.

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