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Un tropezón
Se tropezó con su sueño. Aburrido como era, se mudó de camisa y pantalón. En mi calle se dice que han dicho que ese fulano es un desorientado. Poco atrevido y vamos, un bobo de gran cartel. Creció a la sombra de un cuerpo frondoso, fruto de las mejores cosechas del 86. Nunca tuvo sed y su fe combinaba la bendición y la blasfemia los fines de semana. Estudió sin ahínco, pero como tenía buena memoria tuvo jugosos resultado con sus profesores. Tiene labios gruesos y el cabello negro crespo. Un lunar le cuelga por la ceja y un gato necio lo espera en el patio de su casa. Tiene un ejército de tiempo a su espera y su ambición nunca frecuentó la maestría. Sus sentidos se abrieron como un juego de cartas. Joven, algunas miradas quedaron fijas, pegadas como el sudor en la frente.
Vive a su gusto. Deleite, esa es la palabra definitiva que lo tutea. Va y viene sin que se marchite su pulso. Por eso no se dio cuenta que tropezó con su sueño
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