Hay lugares que se quedan fijos en nuestro ánimo aunque sabemos que el colegio no es un lugar único. Al inicio del día, ascendemos como rama niña y en nuestra frente hay un espejo subterráneo que nos dice que tal vez, encontremos lo que queremos ser cuando seamos grandes o pequeños según acumulemos polvo en los zapatos. Se abre un espacio que dura hasta que se nos hace noche. No podemos negar que existe un resplandor que nos cubre y esa sustancia de luz es el rito que nos mantiene solidarios cuando encontramos las escaleras de cualquier colegio. Aprender es la única asignatura pendiente. Repasar, es la otra.
Fotografía: Escadas do Colégio, Porto, Portugal.
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