sábado, 25 de junio de 2016

Selfi colectivo


Decidió recortar el rostro en silencio para guardarse de su propia voz. A pesar suyo, cambió sus hábitos para negarse tres veces y cuidarse del aire de sus muertos y de los héroes que prometen flores en sus tumbas. De su semblante, han quedado las noticias de antiguos espejos y la huída de su primera nación: la del sabor sin noticias, los curvos minutos de espera y ese miliciano ardor del mañana. Sin saber que hacer, pasa largos ratos atento a los silbatos de los trenes y a los fósforos del aliento en el verano.
Es, admitámoslo, muy frecuente encontrarse con esas contraseñas amargas de la urbes, rostros igual al nuestro, tasajeados por el sol del desencanto y por esa civilidad perdida en las miradas. 
Permanece el pecho universal y el voluntario canto fúnebre. Admitámoslo.

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