En la esquina de siempre entre las avenidas Norte 41 y Zarazúa, la espera siempre es cóncava. Se pliega entre los pantalones, los tensa y corre un silencio como de alcoba. El ruido de las pisadas son las frases de la espera. Sólo él sabe que sus involuntarios movimientos son la lucha entre irse y quedarse. Suspenso, esa herida supura. Sólo entonces, cuando mira y ve llegar al rostro anónimo suspira y pregunta: ¿quieres tomar café conmigo?
Ella, sorprendida niega, se espanta, huye. Lentamente encera su lamento. Entra y pide un café express para deshojar su silencioso lugar en el espacio.
Así los días maduran, sin hablarse.
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