jueves, 20 de julio de 2017

Comer con estilo


Como si fuera un fósforo ardiente la noche le roba el sueño. Todos duermen pero él se levanta, enciende un cigarro, le gusta rebelarse a sí mismo, se asoma por la ventana. Son las dos de la madrugada. Poco a poco va ganando volumen su cavilar. Las calles vacías como su almohada. Es excesiva la existencia, se dice. Antes que cante el gallo, así se dice, hay que comer los cadáveres que hicimos con el día. Todo con estilo. Con la cólera de infancia, esa, que por desigual, busca el estilo. El estilo que que transfiere la maldad inequívoca en signo emocional amortiguado. Con el estilo se come y se aplaude lo que el pecho contiene de sangre. Él come, devora todo, números y letras y no tiene freno, porque para eso esta el estilo, para elegir las batallas y a sus déspotas. Vida y pasión con estilo. Así, asomado a la ventana, a las dos de la mañana entiende que el aliento debe tener estilo para que el mundo en su balanza pueda recitar su papel, su parlamento de tierra. No hay como comer con estilo. 
Los que tienen cansancio lo saben.

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