domingo, 28 de enero de 2018

Ángel Gallardo


Nunca conoció el cielo pero suspiraba por él. Marcado por el nombre de Ángel, un mañana salió en barco y se dejó olvidado el destino en su agenda de viaje sobre la mesa de noche. Si por el camino verde se va a la ermita, por el camino azul se debe ir al cielo, espetaba Angelito a todo aquel que le daba entrada al ver su semblante tan frágil y encogido. Sobre la baranda del barco, embravecido el mar, musitaba dulces cantos espirituales para calmar las olas, con ese corazón tan triste al ver oscuro el cielo. En todo ese tiempo no pudo vestir su capa de plumas cocida con esmero. ¿Hasta cuándo se abrirá el cielo?. 
El Capitan del barco, conmovido, le preguntó si sabía volar. Impotente, a Angelito, se le encogió el ceño y le escurrieron gotas de sudor por la frente. 
Su cuerpo no atina ver la eternidad próxima. Se le quema el futuro y su gallarda figura llora el ser que lo habita. Hoy que sus ojos brillan como un condenado, tal vez la suerte de un buen viento lo lleve a ese territorio que no sea de tierra, ni redondo. Recuperar esa alegría excelsa, esa metafísica emoción, tan dulce, de querer aspirar a las alturas; estaba tan cerca, si no hubiera olvidado su agenda en la mesa de noche.
Esperamos todos que no pierda las ganas de vivir.

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