sábado, 7 de septiembre de 2019

Vigorizar


Ni el agua del río Douro, ni el Tejo, ni el Siena, ni el Rin, ni el del los Remedios, vamos, ni el río Usumacinta pudieron arreglarme el desarreglo; componer lo componible y remediar lo remediable. Tuve que recurrir al elixir de la mente, al tónico de los abuelitos sentados a la mitad del camino entre la fiebre y el desvarío. Los afiches, los pósters curan. Con sólo mirar al gran Sanogenol se termino la garraspera. La la Academia, que siempre receta aceite de ricino o caldo de gallina, le digo, con sólo mirar uno se cura. 
De purísima alegría me voy a bañar en las Cibeles y tomar un anisete.

Fotografía: Museu da Farmácia, Lisboa, Portugal.

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