Con el rostro desnudo de mañana se descubrieron el
litoral de su fastidio. Ni el café ni las manos abiertas los juntaron. Las
leyes del día día son un viejo diluvio que aprieta.
Los encontraron a ocho columnas. Nada decía del olor a
ron barato y de su pasado de horas falsas. La ambulancia llegó dos días después
por la huelga, como la aversión.
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