La alegría le vino a la cabeza. Lo distorsionó tanto que tuvo que vivir con paños húmedos sobre la frente y algodones en los oídos para ya no escuchar mentiras.
Corría el año de la depresión para más señas.
La alegría le vino a la cabeza. Lo distorsionó tanto que tuvo que vivir con paños húmedos sobre la frente y algodones en los oídos para ya no escuchar mentiras.
Corría el año de la depresión para más señas.
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