Fecunda es su doble noche. Las hermanas de octubre se untan las turbaciones en los muslos y a cada movimiento el misterio del desnudo se vuelve virgen. Contra el sol ellas caminan las ciudades y su venganza escurre por las notas rojas de los periódicos. Les gustan las angostas calles para que el tú se confunda con el roce de la respiración del otro.
Tienen un humor negro y su beso nunca dura lo suficiente para recordarlo. Su agua pesada escurre lenta entre sus pechos para asfixiar los diminutivos que pronuncian en frases los adolescentes. Hunden las iras en su vientre y devuelven en mosto dulce la culpa del que amó.
Hay que advertir que tienen una manía de extraña castidad, por las noches de la primera semana de octubre, desechan uno a uno los pensamientos al apego de carne viva. Entonces, desde el fondo de sus ojos un aire tibio se expande como neblina por los puertos.
Son subterráneos sus encantos, como la entraña, como la caída al vicio. Te advierto que esta fuente noctámbula no es para todos. Por eso, si llegas a oler a sexo, no te inquietes, que ellas como semillas nocturnas deambulan buscando feraces sueños.
Callemos, para dormitar con suerte.
Tinta sobre madera
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