Algunos blasones, mi buen, son de acá, pero la verdad desde el barrio, cuando el Profeta Aceves, vendía pomadas para la reuma y venas saltonas, me había dicho que eso de las nacencias son cosa de la artritis histórica y que no hay fijón, cuando la aventura de los destinos se pegan a la solapa, hasta uno, que no sabe ni en que cuna nos mecieron, podíamos tener el copete afilado en las sociedades, disque limpias. Yo era bueno para los trompones, y estaba duro que dale, hasta llegué a pelear por los Guantes de Oro, pero un día, el Baby Morales, me dio un moquete, tan fuerte, que perdí el tipo. Mis cuates, cábulas todorcios, el Mejorana y el pinche Quique, no me bajaban de chimuelo y boca negra. Hasta un vez, cuando andábamos dando un volteón por el barrio de la Lagunilla, hasta la Lupe, que gustaba de mis huesitos me hizo el feo. Sentí regacho, porque me hirió la dignidad, uno, la verdad, feo pero con gracia y uno es honesto, pa´que lo quieran a uno. Por eso cuando conocí a la Luisa, me fui de hocico. Ni siquiera pregunté. Ella, la Luisa, apestaba a brandy barato, pero tenía harta lana y me dijo que como era bueno pa´las bofetadas necesitaba así, de alguien como yo para que la defendiera. Primero "guimos" a Tijuana, por unos bisnes que tenía con un Lic bien buena onda. Creo que le decían el lava manos Hurtado. Bien garifo para las inversiones. Hizo hartos biyeyes con la Luisa. Hasta que la chota, les andaba siguiendo los talones. Yo la verdad, la pasaba chido, acompañaba a la ñora Luisa, com mis lentes negros y nadie se le acercaba, así que nunca tuve que usar mi jab mortífero. Hasta que un día, de madrugada, salimos corriendo rumbo al aeropuerto. El lic nos dio el pitazo a tiempo y ahí vamos en chinga a las europas. Llegamos a los madriles un domingo, pero no salimos del aeropuerto, porque teníamos ligación para Portugal. La neta, yo no tenía pasaporte, que digo pasaporte, yo no tenía ni acta de nacimiento. Pero la ñora Luisa, era re buena pa´ inventarse vidas. Un día me preguntó: ¿tienes pasaporte? y yo le digo, pos esta en chino. Pues lo necesitas, me dice, y me pregunta: ¿cómo te quieres llamar? Riky Blasones. Riky, porque mi jefecita siempre quiso tener un Riky en la familia que no fuera perro y Blasones, por el recuerdo que tengo de los portales donde mi tío tenía una imprenta y me gustaba ver todos esos librotes con escudos de gente copetuda. Como quieras, me dijo. Ahora aquí sentado en la sala de espera hojeo mi pasaporte y me siento con un orgullo caguama. Después de dos horas en el bar, tuve que llevar a la ñora cargando hasta el avión. Llegamos a la Portugeta a la diez de la noche, como si fuera la pelea estelar, yo, como si estuviera en el ring, saludaba a todos levantando los brazos. La ñora Luisa, se tambaleaba al punto del vomito. Tomamos un taxi y llegamos a una casita tan húmeda que parecía que un aguacero había entrado como Pedro por su casa.
Al principio la ñora Luisa se veía tensa, como entre las cuerdas, defendiéndose de los chingadazos, pero poco a poco le fue tomando gusto al vino verde, que no es verde, pero pega como si lo fuera.
Llevamos dos años, exportando vino, al menos eso es lo que me dice la ñora. Yo por ejemplo, ya me di mi gustazo de campeón y le pagué algunos fierros a un chavo para que hiciera mi retrato en una pared, que tiene unos blasones de granito bien jodidos, pero con mucha historia.
Ya le saqué una foto para enviársela a los cuates.
Fotografía: Ruas das Flores, Porto, Portugal